01nov 2003

Maquilladores de cadáveres

à A estos profesionales se les conoce como tanatoprácticos.

à Su trabajo fundamental es dar al difunto una imagen de sosiego y reposo.

à También realizan restauración y reconstrucción de partes deterioradas.

 

 

    Amortajar un cadáver es una de las tradiciones más antiguas practicadas por el ser humano. Sin embargo, y a pesar de las avanzadas técnicas utilizadas en este sentido por culturas como la egipcia, es hoy cuando la tanatopraxia se ha convertido en una profesión imprescindible a la hora de dar el último adiós a un ser querido. Para ello, las funerarias españolas ponen a disposición de los familiares, cada día con más frecuencia, a tanatoprácticos oficiales para que den los últimos retoques a los difuntos. “Frases tan sencillas como: “Es él”, “Está tal como era” o “Parece que está durmiendo”, es lo mejor que nos pueden decir en nuestro trabajo”, nos explica el portavoz de la Asociación de Profesionales Tanatoprácticos de Cataluña, Antonio Navarro Ramírez.. Un ejemplo –salvando las distancias entre la realidad y la ficción- del trabajo que realizan estos profesionales lo hemos podido observar todos los martes en la exitosa serie televisiva “A dos metros bajo tierra”. Todo un arte al servicio de la sociedad. “Lo más importantes, de nuestra profesión es, por ejemplo, quitar al cadáver la imagen de dolor y sufrimiento que tenía en sus últimos días en el hospital y darle una imagen de sosiego, tranquilidad y reposo”, nos comenta.

 

à CONTRARRELOJ

A pesar de que en la mayoría de las ocasiones el trabajo de los tanatoprácticos es bien valorado por los familiares del difunto, estos profesionales son unos perfeccionistas y a menudo se quejan de falta de tiempo. “El tiempo para preparar a un difunto, siempre es insuficiente. Siempre quedan cositas por hacer”,  afirma con cierto pesar de artista Antonio. En este sentido, nos comenta que, “a modo orientativo”, se emplea una hora en efectuar la tanatopraxia o conservación y otra hora en preparar el ataúd, vestir, afeitar y maquillar al difunto. “Son tiempos orientativos, porque hay difuntos que presentan ciertos problemitas. Sobre todo en lo referente a la restauración de partes que le faltaban o tienen deterioradas”, precisa. La mayoría, en 30 minutos se podrían resolver, rasguños, cortecitos... Aunque a otros les faltan partes como orejas, labios, trozos de la cara... En estos trabajos puedes tardar varias horas”, indica.

 

à PETICIONES EXTRAÑAS

Encerrados con los cadáveres entre un sinfín de botes con líquidos, hilos, ceras, látex, maquillaje, herramientas variopintas, retratos de sus clientes y mucha imaginación, los tanatoprácticos atienden a pies juntillas las peticiones de los familiares. Hasta las más extrañas. “En ocasiones nos han pedido cosas como colocarles en el ataúd botellas de whisky, paquetes de tabaco o bolsas de tierra de su pueblo, vestirlos con el uniforme de la Guardia Civil, de militar, colocar banderas e insignias  de su club favorito de fútbol, poner fotos de sus familiares o aquella sábana o ropa que la persona ya tenía destinada para su mortaja”, cuenta.

 

 

         “Estoy orgulloso de mi trabajo, aunque haya gente que me haga bromas. Intento ofrecer un servicio a la altura que merecen las familias que pierden a un ser querido”

 

 

    Sin embargo, el verdadero trabajo llega a la hora de dotar de expresión al cadáver. La misma que tenía en vida. “Colocando cada cosa de forma natural te surge con era. Por ejemplo, si al cerrarle la boca sin dientes, la cierras demasiado, no es él. Si la cierras demasiado poco, tampoco es él. Si se la dejas estirada, tampoco es él. Se ha de hacer de forma natural, y no sólo la boca, sino los párpados, las manos... Lo que da a veces un poco más de problemas es el pelo. Cuando muestras al difunto a su familia tienes que estar muy receptivo para ver qué tal valoran el trabajo por si puedes aconsejar hacer algún retoque o realizar lo que te indiquen”, señala.

    Lo que nunca le ha ocurrido es que uno de sus clientes se le levante y proteste. “No, nunca se me ha levantado un cadáver. Anda que no correría si se levantara, con lo miedoso que soy. Eso si, a veces hacen ruidos debido a la salida de gases, pero con el tiempo los reconoces”, indica.

 

à GAJES DEL OFICIO

    La figura del tanatopráctico no es reconocida oficialmente, algo que si pasa con la Tanatopraxia en algunas comunidades autónomas. ¿Por qué?  “Eso quisiera saber yo. Donde se reconoce la Tanatopraxia, se dice que las tareas a realizar las efectuarán los médicos. Sin ánimo de ofensa, ellos sabrán muchísimo de su profesión, pero sobre conservaciones, restauración o preparación de difuntos... esto sabemos hacer los tanatoprácticos, y llevamos muchos años haciéndolo”, concluye.

    Sobre las constantes bromas que conlleva su profesión, Antonio es muy claro. “Estoy orgulloso e intento ser un profesional, aunque es cierto que hay personas que tienen la risa tonta y sacan una bromita aún más tonta”, indica. Y es que, para él, ser tanatopráctico es un oficio muy digno y merece todos los respetos por la labor que se realiza: “Intentamos hacer nuestro trabajo y ofrecer un servicio a la altura que merecen las familias que han perdido un ser querido”.

    Eso si, para realizar una vida social sin complejos –aparte de los reparos que puede conllevar el decir que tus clientes son cadáveres- se hace necesario eliminar el olor que se te pega al cuerpo tras un día de trabajo. “Normalmente los difuntos no suelen oler mucho, aunque es cierto que se hace insoportable el olor cuando los estás preparando. De todas formas, hoy utilizamos productos para combatirlo que eliminan todos los olores: gases, pérdidas de líquido, bacterias...”, señala.



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